7- Necesitamos a Sofonías - Serie: CÓMO SALIR DE LA TIBIEZA


Puedes leer los artículos anteriores de esta serie en los siguientes enlaces:
1- Una catástrofe llamada tibieza
2- Cómo se llega a la tibieza
3- Una necesidad con diligencia del verdadero creyente
4- Un huerto descuidado
5- Una plaga mundial llamada descuido
6- Nuestra gran necesidad

El declive
En el año 687 d.C. murió el piadoso rey de Judá, Ezequías. El “hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre” (2 Reyes 18:3).
En su lugar reinó Manasés por 55 años. Este apartó al pueblo de Dios: “E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, según las abominaciones de las naciones” (2 Reyes 21:2,3).
No sólo hizo “pasar a su hijo por fuego” (2 Reyes 21:6), sino que, según el historiador judío Josefo, Manasés mataba gente cada día (“Antigüedades judías” - X.3.1). Y la tradición judía enseña que Manasés “mató al profeta Isaías serrándole en pedazos” (Donald Guthrie).
Al morir Manasés, comenzó a reinar su hijo: Amón. “Y anduvo en todos los caminos en que su padre anduvo, y sirvió a los ídolos a los cuales había servido su padre, y los adoró” (2 Reyes 21:21).
A los 2 años fue asesinado por sus siervos en su casa (2 Reyes 21:23). Y en su lugar comienza a reinar Josías, con apenas 8 años.
Este rey traería un avivamiento al pueblo de Dios. Para esto Dios usó a un hombre muy necesario.

Sofonías
El era tataranieto del rey Ezequías (el primer rey mencionado en este artículo).
Este joven profeta, como escribió William MacDonald, “no tenía pelos en la lengua” (“Comentario Bíblico”).
J. Hewitt lo definió como un “predicador que denunció los males de su época en términos tajantes” (“Outline studies in the minor Prophets”).

El pueblo de Dios se encontraba en una condición lamentable. Lleno de superstición, idolatría e impiedad. Adoraban cualquier cosa menos al Señor.

Pero el “Nuevo Comentario Bíblico” de Donald Guthrie explica que “una vez más, un remanente no había doblado la rodilla... Cuando Josías llegó al trono, en el año 640 a.C., había muchos que anhelaban una religión más pura, y por tanto estaban dispuestos tanto a oír a Sofonías como a apoyar al rey en su celo reformador”.

Sincero entre la tibieza
Sofonías fue un predicador extremadamente sincero en medio de la tibieza.
Leamos algo de su predicación en Sofonías 3.
El pueblo oía pero no hacía:
“!!Ay de la ciudad rebelde y contaminada y opresora!
No escuchó la voz, ni recibió la corrección; no confió en Jehová, no se acercó a su Dios” (3:2,3).
Mientras que los que tenían que levantar la voz, estaban más concentrados en mantener su reputación evitando lo que se debía decir.
“Sus profetas son livianos, hombres prevaricadores; sus sacerdotes contaminaron el santuario, falsearon la ley” (3:4).
Sofonías amaba a Dios y su pueblo, y simplemente decía lo que se debe decir. Y Dios lo usaba para preparar un pueblo quebrantado, humilde, que le busque:
“Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre de Jehová” (3:12).

Este mensaje preparó el terreno para el avivamiento que luego trajo el rey Josías.

Ahora, ¿para qué Dios llamó a un hombre como Sofonías?
¿Dios no podía restaurar a su pueblo sin que alguien venga a denunciar los pecados del pueblo de Dios?

ESTA ES LA MANERA DE DIOS.
Así sucedió siempre.
1- Tibieza en el pueblo de Dios
2- Dios expone el pecado
3- Reconocimiento y humillación de parte del pueblo de Dios
4- Avivamiento. Regreso a Dios

Y ahí nos encontramos hoy: Necesitados de sinceridad de nuestra condición, de humillarnos delante del Señor clamando por su obra en nosotros.
Necesitamos ser un Sofonías para nuestra propia vida primero. Luego ayudaremos a otros. Pero primero debemos ser Sofonías en las vigas de nuestros propios ojos (Mateo 7:3-5; Gálatas 6:1,2). Luego ayudaremos en las pajas de los ojos de nuestros hermanos.
Sin excusas. Sin falsedades. Sin pelos en la lengua. Extrema sinceridad de nuestro pecado delante de Dios.

Huye
El primer paso es reconocer cada milímetro de tibieza y pecado.
Los profetas en la época de Sofonías eran “livianos” (3:4). Con lindas palabritas que fortalecen tu orgullo.

Huye de estas cosas. Corre hacia el arrepentimiento, póstrate en tu casa, humillándote, confesando tu tibieza, tu pecado, el poco deseo de orar y leer la Palabra.
¡Corre!

Jeremías, contemporáneo de Sofonías, profetizó: “No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová. Dicen atrevidamente a los que me irritan: Jehová dijo: Paz tendréis; y a cualquiera que anda tras la obstinación de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros” (Jeremías 23:16,17).

Conclusión
Así hoy.
¡NO los oigas! Tú deja de esconderte del Señor.
Nadie va a inspeccionar tu corazón, tu vida, por ti.
Jonathan Edwards describió al orgullo como “la peor víbora que hay en el corazón”. El consideraba al orgullo “el más oculto, secreto y engañoso de todos los deseos” (“Asesoramiento a los jóvenes convertidos”).
Robert Rayburn: “Tenemos tan buena opinión de nosotros mismos que es muy difícil pensar que Dios no la tiene también” (“El orgullo y la humildad”).

No se trata de orar un poco, sentir un poco de paz, una linda sensación y ya está.
¿Cuanto tiempo hace que no te presentas a ser examinado por Dios bajo la sinceridad de Sofonías?

Continuamos en la octava parte de esta serie…




0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Instagram

Haz click AQUÍ

Twitter Updates

Sobre mí